22 octubre 2009

Ver para creer o creer para ver
DAVID FISCHMAN economia@prensa.com
OPINIÓN
Algunas personas escépticas opinan que hay que “ver para creer”, es decir, constatar algo con datos científicos y confiables para reconocer que es posible. Sin embargo, en la actualidad, incluso la comunidad científica está demostrando que nos conviene lo contrario: “Creer para ver”.
En una investigación, en la que 10 pacientes debían ser operados de la rodilla por ruptura de tendones y ligamentos, se realizaron operaciones para dos de ellos y a los 8 restantes solo les hicieron un corte con el bisturí y les pusieron puntos. Se les hizo creer a los pacientes que todos habían sido operados y que la operación había sido un éxito. Seis meses después, todos los pacientes estaban satisfechos con su operación y se habían curado por completo. ¿Cómo es posible? Por el efecto placebo. Este efecto se da cuando una persona cree que un medicamento o procedimiento inocuo, como una pastilla de azúcar o un procedimiento ficticio, le harán bien, y esta creencia es percibida como realidad.
En otra investigación con píldoras antidepresivas, para definir el impacto del placebo, se administró la píldora a un grupo de pacientes y una pastilla de azúcar a otro grupo, teniendo como resultado que más del 50% de los pacientes mejoró solo tomando la pastilla de azúcar.
En un estudio sobre un medicamento para las personas calvas, a un grupo se le dio un producto placebo, logrando incrementar el crecimiento del cabello al 42% de los participantes.
Así, numerosas investigaciones confirman el efecto que tienen las creencias en nuestra vida. Si creemos, podemos verlo. Como dice Henry Ford: “Sea que pienses que puedes o no puedes, estás en lo cierto”. No siempre podemos cambiar la realidad externa, muchas veces no depende de nosotros. Pero sí podemos cambiar nuestra realidad interna, que es el primer paso para modificar el mundo exterior. Muchas personas tienen creencias negativas que le restan oportunidades, por ejemplo, una persona que tiene que lograr una meta importante y en su mente tiene creencias como “No estoy preparado”, “Nunca podré hacerlo” o “Hay mucha competencia y no voy a poder”. Es posible que la realidad externa sea difícil, competitiva y dura, pero con esas creencias en nuestra mente será más difícil dominar nuestro entorno.
Tener creencias optimistas, nos ayuda a generar el efecto placebo otorgándonos más probabilidades de ser exitosos. No siempre nos ayudan las creencias optimistas. Si estoy en una cima de una montaña y pienso “voy a volar, voy a volar”, no me hará nada bien.
Cuando estamos en situaciones peligrosas y amenazantes es mejor ser pesimistas. Pero cuando enfrentamos retos familiares o laborales, donde existen obstáculos, tener creencias optimistas nos ayuda.
Es importante tener en cuenta que las creencias no lo son todo. Además de tener creencias positivas, para ser exitoso se requiere de mucho trabajo y perseverancia. Las cosas no suceden mágicamente solo porque las pensamos.
Dos ranas que cayeron a un porongo de leche intentaron subir, pero las paredes estaban grasosas. Para mantenerse a flote, tenían que patalear. Después de unas horas, una de ellas dijo: “No hay nada que hacer, nunca saldremos, mejor me muero ya”, dejó de patalear y se ahogó. La otra siguió pataleando. En su mente pensaba: “Sí puedo, voy a salir”.
Pataleó y pataleó por horas y cuando ya estaba desfalleciendo, a punto de agotar su última gota de energía, sintió algo sólido debajo.
Había pataleado tanto que había formado un trozo de mantequilla en la leche.
Se apoyó sobre la mantequilla y saltó a su libertad.
Sin duda la creencia “Sí puedo” ayudó a la rana a seguir pataleando, pero fue también el trabajo duro, su persistencia, lo que le dio su libertad.

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